PRESENTACION DE D. FELIX MOYA RODRIGUEZ

Atendiendo a las numerosas demandas recibidas, tanto de hermanos, como de amigos y nazarenos de Cuenca, deseando poder volver a disfrutar de la magnífica presentación realizada por el hermano y miembro de Junta de Diputación Félix Moya en el acto de presentación del DVD de la participación de nuestra Hermandad en la JMJ, y ante la falta de imágenes y sonido de ese día que nos permitan volver a gozar con esa lectura tan profunda, tan llena de sentimiento, tan salida de lo más profundo del corazón, que logró emocionarnos a todos los presentes, colgamos el texto íntegro de su lectura para que podamos volver a revivir ese momento tan emocionante.




Si me permiten, antes de ceder la palabra a la mesa, y proceder a la proyección, les contaré de forma muy breve un sueño que tuve.


Un día de febrero de 2010 suena el teléfono: - si, dígame, era el Secretario de la Hermandad, - hola Félix, mañana tenemos una reunión en el hotel Alfonso VIII, a las 8:30 de la tarde, nos ha citado el Presidente de la Junta de Cofradías, parece ser que tiene que darnos una noticia muy importante para nuestra hermandad, pero sobre qué? -dije yo-, solo sé que es algo bueno, contestó. Está bien, allí estaré.


Presentes todos los miembros de la Junta de Diputación en la terraza del hotel, nos mirábamos expectantes unos a otros sin saber sobre que especular, esperando que Jorge, el Presidente, nos desvelara esa noticia tan importante, lo que demoró algún minuto de forma deliberada. Yo creo que para disfrutar viendo como un puñado de adultos estaban tan excitados como niños que tienen en su mano un regalo envuelto esperando permiso para descubrir qué hay detrás del papel.


Por fin, con solemnidad y lentitud, recreándose, nos desveló que nuestra Hermandad había sido seleccionada por la Conferencia Episcopal para participar en el Vía Crucis que se celebraría en Madrid el 19 de agosto de 2011 con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, junto a importantes pasos de otras ciudades, pertenecientes a otras Semanas Santas, completando entre todas las 14 Estaciones del Vía Crucis.


Después de mucha lucha por parte de la Junta de Cofradías y el Obispado de Cuenca para que nuestra Semana Santa, una de las más importantes de España estuviese representada en dichos actos, tras sufrir negativas por parte de la Conferencia Episcopal en varias ocasiones, pero como dice el refrán, el que la sigue la consigue, y la tenacidad de nuestro Obispo y de la Junta de Cofradías dieron su fruto y propusieron como única opción para Cuenca la presencia de El Descendimiento.


No lo podíamos creer, nos estaba pasando a nosotros, nos mirábamos, reíamos nerviosos y con la excitación lógica del momento rápidamente se inició el bombardeo de preguntas, dónde, cómo, cuándo……. Pero en ese momento solo había respuesta al cuándo y al dónde, quedando en el aire lo más importante, el cómo.


En ese instante nos invadió una inmensa alegría, era un gran honor, era lo más importante que le había pasado a nuestra Hermandad en toda su historia. Pero poco a poco, esa alegría fue dejando hueco a la gran responsabilidad que estábamos asumiendo.


Como casi siempre, los honores van acompañados de grandes responsabilidades, y la nuestra no era menor. Éramos los elegidos para representar a nuestra Semana Santa y a nuestra ciudad en unos actos que tendrían repercusión mundial, millones de personas en todo el mundo iban a ser testigos de lo que ese día iba a suceder.


Al día siguiente nos pusimos a trabajar con los pocos datos que teníamos y el cómo se nos fue desvelando con cuentagotas. La primera noticia fue desoladora, la organización no aportaba ni un solo euro para los gastos de transporte, seguros, en fin, que la financiación corría por nuestra cuenta. Dios mío, dije yo, “con el clero hemos topao”.


Como el patrimonio económico de nuestra hermandad no permitía asumir todos los gastos, inmediatamente y sin bajar los brazos pusimos en marcha la maquinaria para recaudar fondos, ya saben, lotería, rosarios, medallas….., lo típico, pero no era suficiente, por lo que hubo que pedir ayuda a las instituciones, y debo decir, muy agradecido, que recibimos el apoyo económico de la Diputación Provincial, del Obispado Cajón para el transporte, madera y elaboración y del Ayuntamiento de Cuenca autobuses para los traslados.


Fueron 18 meses de reuniones, de lucha, de preocupaciones, de intenso trabajo, no podíamos fracasar, nuestra Hermandad y Cuenca se merecían que diéramos lo mejor de nosotros mismos.


Después de un complicado embarazo de 18 meses, llegó el día del parto. Qué día tan feliz, estábamos allí, en Madrid, con nuestro Cristo de La Salud, con nuestro Descendimiento expuesto en el Paseo de Recoletos para deleite y disfrute de los visitantes. Miles de personas se santiguaban ante Él, le fotografiaban, nos preguntaban asombrados de tanta belleza ¿de dónde es esta imagen?, de Cuenca, respondíamos orgullosos, mientras les obsequiábamos con estampas del paso, que besaban y guardaban con devoción. Debo decir con humildad que fue una de las tallas que más gustó.


Avanzaba el día y el calor se hacía notar y mucho, imaginen 19 de agosto en Madrid, pero la ilusión lo puede todo.


Llego el momento, comienzan los actos, el Santo Padre se dirige a Cibeles, esta pasando por nuestro lado, casi podemos tocarle, nos mira, nos bendice, no me lo puedo creer, estamos ahí, nos ha visto, nos ha mirado y nos ha sonreído. La emoción hace que el corazón lata a mil por hora mientras Él se aleja lentamente.


Después se inició el Vía Crucis con la Cruz de los Jóvenes. Fue un acto sublime, emocionante. Dos de nuestros hermanos, de los más jóvenes participaron directamente en el. Escuchamos con atención el mensaje del Santo Padre.


Una vez finalizado este acto se acercaba otro momento mágico, momento anhelado por nuestro corazón nazareno, comenzaba la procesión.


Bien entrada la noche y con miles de personas expectantes en las aceras, pasa frente a nosotros el inicio del desfile con la Santa Cena de Sarcillo, seguida por el Prendimiento de Malaga y así uno tras otro los pasos que conformaban este Vía crucis. Que solemnidad, que formas tan distintas y tan maravillosas de desfilar, era un verdadero privilegio poder vivir esos momentos.


Se acerca el Cristo de Mena, Cristo de la Buena Muerte, el Cristo de los legionarios, detrás vamos nosotros. Con túnica y guantes esperamos impacientes nuestro turno. Ya esta aquí, para frente a nosotros para mostrar su respeto ante nuestro Descendimiento, al igual que habían hecho el resto de cofradías. Inclinamos nuestro Guión para corresponder. Detrás le acompaña una escuadra de la Legión cantado su tradicional Novio de la Muerte.


Nos toca, es la hora, comenzamos a desfilar cantando también nuestras horquillas al son de “Bautizando a Jesús”, del Maestro Fernando Ujeda, y un espontáneo aplauso de los miles de asistentes inundó la noche madrileña. Dios mío si estoy soñando déjame dormir un poco más, por favor, no me despiertes ahora.


Pasamos frente a la Piedad de Valladolid, y paramos a mostrarle nuestros respetos, pero lo hicimos como se hace aquí, en nuestra Semana Santa, girando lenta, rítmica y cadenciosamente nuestra imagen hasta situarla frente a Ella. El sonido de la horquilla en el banzo detuvo el balanceo y Cristo quedo inmóvil frente a su Madre. En ese instante todos pudimos ver como varios cofrades de la Virgen no podían reprimir sus lágrimas de emoción, pero la Madre, la Virgen de la Piedad en su rostro reflejó la tranquilidad de saber que su Hijo era bajado de la Cruz por nazarenos de Cuenca.


El golpeo de la horquilla en el banzo nos anunció que el desfile debía continuar, y con el sonido acompasado de las horquillas, mientras sonaba Caridad del Guadalquivir, llegamos a la Plaza de Cibeles, donde la Diosa se arrodillo a nuestro paso.


El sofocante calor intentaba rendirnos, pero no podía, somos de Cuenca, y poco a poco entre aplausos y admiraciones nos fuimos acercando por la calle de Alcalá hasta la Puerta del Sol, donde el legendario reloj al vernos llegar y por un instante dejo de mover sus manecillas, como queriendo parar el tiempo para inmortalizar tan bello momento.


La noche se acercaba a la madrugada cuando al pasar por la Carrera de San Jerónimo, los leones del congreso santiguándose, le pidieron a nuestro Cristo salud para ellos y el perdón para los que allí van casi todos los días.


Ya estamos en la Plaza de Neptuno, hemos terminado el desfile. Es la hora de organizar el transporte y regresar a casa.


Son las diez de la mañana del día 20, todo ha terminado, la imagen esta en su lugar habitual. Me arrodillo, rezo y doy las gracias a Díos, todo ha salido según lo planificado y doy las gracias a todos los que nos apoyaron y doy las gracias a todos los que dudaron de nosotros y nos retiraron su apoyo, porque eso nos hizo ser más fuertes y concienzudos y miro a mis hermanos, tranquilos, serenos, y sus rostros reflejan el tremendo esfuerzo realizado, han sido más de treinta horas sin tregua ni descanso bajo un calor asfixiante, pero sus ojos reflejan la satisfacción del trabajo bien hecho, del deber cumplido.


Es la hora de descansar, me acuesto agotado pero sintiéndome tremendamente orgulloso de los míos, han estado a la altura, Cuenca ha quedado donde siempre debe estar, entre los grandes.


Tras dormir varias horas, me despierto feliz, he tenido un sueño maravilloso. Pero al incorporarme de la cama siento una pequeña molestia en el hombro derecho y al pasarme la mano por él, soy conciente de que me duele y al mirar la silla veo mi túnica negra, mis borlas y guantes blancos y mi reluciente medallón, y sin darme cuenta una lágrima silenciosa rodó por mi mejilla, ¡oh Dios mío, no ha sido un sueño, realmente lo he vivido!

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